Hay un momento en la vida en el que tenemos que desengañarnos y asumir ciertas realidades: los Reyes Magos no existen, mi perro nunca va a poder hablar y una sola persona difícilmente va a ser capaz de desarrollar toda la estrategia de branding de una empresa. Dicho de otra forma, querer hacer el branding partiendo desde cero es un poco como querer hacer una pizza sin pisar el supermercado: hacer el queso, moler la harina y plantar tomates. Hay que ser muy consciente de la magnitud y la importancia del branding.
¿Qué es el branding?
El branding, amigos míos, lo es todo: son los cimientos de la casa y es la fachada. Sin un buen branding, la empresa no se sostiene y sin un buen branding, la empresa no llama la atención.
Podría decirse que el branding es parte del DAFO. Con palabras vacías (y aplicables a casi cualquier concepto de marketing, en verdad) podría decirse que el branding te da credibilidad, te diferencia de la competencia y da empaque a la identidad de tus productos.
El branding no es una entelequia: es una realidad identitaria formada por distintos aspectos. El branding lo integran el logotipo (que lo usaremos en redes sociales, por cierto), los colores, las tipografías, la selección de imágenes, el eslogan y, en definitiva, cualquier elemento de identidad.
Es de sentido común reconocer que todos estos elementos vayan en consonancia; todos a una. Es decir: los elementos que definen la identidad de tu empresa no pueden ser un maldito patchwork.
Diferenciación frente a la competencia
En un mundo en el que la homogeneidad (las copias de las copias mal copiadas, como diría el rapero) es la nota común, el branding se antoja fundamental en la creación de diferencias entre la competencia. El branding, al mismo tiempo, actúa como elemento catalizador de todo: el logo, los colores, el nombre, el eslogan… todos estos conceptos, todas estas ideas van en comunión y generan la definición de una idea previamente definida.
Además (y por ir acabando con la importancia del branding), hay una cuestión que es importante: igual que la vida solo se vive una vez; el branding, si se hace bien, solo se hace una vez (dos, si eres Zara y quieres renovar tu imagen).